jueves, 23 de julio de 2009

DEJAME QUE TE CUENTE AMOR LO QUE SIENTO


Esta noche en la cama,pensé como la luz del sol bailaba en mis ojos y mentalmente una y otra vez recordaba la conversación que habíamos tenido ¿habías dicho he escrito un libro....? Me agité entre las sábanas y miré al techo consternada,de pensar que aún me faltaba cinco noches para saber el significado de Yelda, esa palabra mágica que tu tantas veces me la susurrabas en el oido Yelda, Yelda... amor Yelda y que tú escribiste en tu libro.
La cosa continuó así durante unos meses,yo esperaba con alegría que diésemos tan bellos paseos por la playa,mientras tú discretamente me besabas en el cuello y de la mano me conducías a aquel rincón donde se unía el mar, la montaña y el cielo y en donde cobijados entre las rocas oíamos el cantar de las golondrinas y los jilgüeros,todo era silencio y paz y desde alli veíamos el bullicio de la gente, el reir de los niños y el cansancio de los viejos,todos con paz y armonia esperaban el sol del nuevo día contemplando allá al horizontea los pescadores que salían a pescar sin pensar lo que depararía la mañana siguiente.
Mírame..., y cuentame como vá ese libro,que personajes tiene y que argumento le has dado y el paisaje de dónde és... describemelo.En realidad lo que me gustaba era que él estuviese a mi lado,no sólo por sus modales y su manera de ser ,sino porque me transmitía amor,seguridad y paz y sobre todo su interminable y locuaz conversación . Era como si su presencia legitimara nuestra unión y el deseo de pasar toda una vida juntos. Todo era para mi Yelda.
Yelda, és , la noche sin estrellas en la que los amantes atormentados se mantenían en vela,soportando la noche interminable,esperando que saliese el soly con él la llegada de de su ser amado . Después de conocerle a él, para mí todas las noches de los días, las semanas,los meses, los años se convierten en Yelda. Y cuando llegaba la mañana del Domingo, me levantaba de la cama y con la cara y la mirada de sus ojos grises-azulados en mi mente clavadas. Cogía el tren y al lado de la ventana dejando pasar el paisaje y sin apenas darme cuenta de la gente de mi alrededor, contaba los kilómetros que me faltaban para verlo y sentirlo en lo más profundo de mi corazón y con mis pies descalzos pisar las huella que él dejaba en la orilla del mar cuando los dos abrazados nos dirijíamos a aquél rincón con su libro bajo el brazo. Pensaba en la sombra que proyectaba su cuerpo entre la cálida arena mojada por el mar y yó soñaba con su palabra susurrandome al oido Yelda...Yelda.